Sonntag, 14. Oktober 2012

Imborrables son los recuerdos escritos sobre la piel, aún más si lo fueron a la luz de una vela.

Montag, 24. September 2012

Me pide fuego. Le digo que no fumo. Contesta que con mi oxígeno le basta.

Samstag, 4. August 2012

Qué difícil es volver a una estricta e involutaria dieta de ti, sobre todo si he tenido ocho maravillosos días de tu abundancia.
Me da miedo no poder escribir lo que siento, lo que es igual a no saber qué siento.
-¿Doctor, cuál es mi diagnóstico?
-Yo diría una aguda sentimentalitis esperanzadoramente nostálgica de un alto nivel irónico.

Perdonen el retraso,

Son días en los que no sé qué hacer. Vuelvo a pasear por aquella calle en la que pegaba con furia aquellas hojas. Cierro los ojos. Noto cómo mis piernas no frenan, caprichosas sólo obedecen a mis temores. Dirección parada de ese bus 55 de maldita puntualidad que me llevaba todas las mañanas a clase. Pero conforme avanzo algo de mí se muere, no quiero avanzar, no quiero volver a enfrentarme con el pasado. Cara a cara, desafiante cómo si te pidiera explicaciones.
Avanzo por la misma calle que habré recorrido más de dos veces al día durante años. Esta vez no la reconozco a pesar de ser propensa a frecuentes lavados de cara. Maquillaje efímero del cotidiano. Un nuevo supermercado, nuevos rostros, y que no falten las oportunas obras que convierten tu trayecto en una carrera de obstáculos cuando llegas tarde. Incluso el obrero que tanto se alegraba al vernos y sacaba un enorme osito de peluche por la ventana de la grúa ha sido sustituido por uno, más hostil que te incomoda al devorarte con la mirada. No paro. El viaje llega a su fin y cuando me doy cuenta, yo vuelvo a retorcerme con la resistencia que ofrece un niño a irse a dormir.
El corazón late al ritmo del atropello de mis sentimientos y pensamientos. Otro difícil duelo que superar.
Pero allá vamos.
Esto es lo que ocurre cuando nos enfrentamos al pasado.

Querida ciudad,

llegó el momento. Cerremos un capítulo. No lo retrases más.
Algo me pesa, se anuda en mi interior y sin embargo mañana sabré que me quito una capa de piel. Quizás ahora me sienta un poco más ligera, libre de agobios y ataduras que entorpecen el caminar. Sin embargo sé que esta sensación no es para siempre. Contemplo la ciudad a lo alto. Estoy ausente. No sé qué sentir o quizás no quiera sentir nada ante el temor de volverme demasiado sentimental, digamos eufórica o nostálgica. Aún así, realmente, no son suficientes mis agradecimientos por todas estas oportunidades brindadas en cinco años. Mi suerte acaba aquí. Sin duda puedo decir que las he aprovechado. Sé que en ocasiones está capa de piel que mudo, me va a hacer falta, que necesitaré volver arroparme con estos recuerdos. Es habitual que el ser humano vuelva la vista atrás y por muchas despedidas que haya tenido ésta se me va a hacer más difícil aún. Volveré, sin duda a buscarla otra vez, aunque sea con otros sueños.

Contemplo. A mis pies la ciudad, uno de mis pasados. Al frente el inquietante futuro por venir.

Montag, 23. Juli 2012

No voy a reprimir tu piromanía. Eso sí, si vas a encenderme, que sea por fricción.
-Mi padre solía decir que la vida no da segundas oportunidades.
-Sólo se las da a aquellos a los que nunca se les dio una primera. En realidad son oportunidades de segunda mano que alguien no ha sabido aprovechar, pero son mejores que nada.

El juego del ángel, Carlos Ruiz Zafón
-¿Puedo leerlo?-preguntó al fin.
-Es un borrador y no tiene ni pies ni cabeza. Es un montón de ideas y notas, fragmentos sueltos. Nada que sea legible. Te aburriría.
-Igualmente me gustaría leerlo.
-¿Por qué?
-Porque lo has escrito tú. Pedro siempre dice que la única manera de conocer realmente a un escritor es a través del rastro de tinta que va dejando, que la persona que uno cree ver no es más que un personaje hueco y que la verdad se esconde siempre en la ficción.

El juego del ángel, Carlos Ruiz Zafón

Sonntag, 24. Juni 2012

La gente habla y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla...

y no dice nada.

Samstag, 23. Juni 2012

Apostemos

Bienvenidos a esta sala de subastas. Apuesten, apuesten, no dejen de apostar nunca. Aquí tenemos un maravilloso grabado de Picasso, con unos trazos que bailan entre sí, se entrecruzan y acaban uniéndose. Uniéndose, como se entrecruzan los destinos de las personas, una maraña, un juego de líneas que convergen en la creación de algo bello. Admirable. Dos amigos, una familia, una pareja. La desnudez de unas líneas despojadas de todo artificio. Una armonía simple, un perfecto caos.
Y vean otra obra maestra, un Sorolla lleno de luminosidad y paz. Perfecto para vestir el salón de su vida, en los días grises, en la que no hay nada claro, en los que quieres pararte a contemplar tu vida y la de los demás. Ah, no se olviden de nuestra última adquisición: Un increíble Dalí. Mire esos colores, esas formas, como se derriten, cómo fluyen. Un paisaje idílico, un Edén, su vida a partir de un increíble sueño hecho realidad. ¿Y que me dicen de ese Velázquez, de ese Rafael, y el Rubens....?
¡Venga, animensé! Estas ofertas no estarán todos los días. No se arrepentirán. Son únicas. ¿A qué esperan?
Oigo, al fondo, un hombre capaz de dar lo mejor de sí? ¿Quién da más? Allá, una mujer que dice que va a ser feliz. ¿Más?
A la de una, a la de dos, a la de tres! Adjudicado. Vendido al hombre que promete sacar lo mejor de sí. 
La vida es una constante apuesta. Qué difícil es tomar ciertas decisiones. Mientras contemplas sus trazos al detalle te asaltan inevitablemente las inoportunas dudas... ¿Serán auténticas? ¿Acabarán resultando merecedoras de tal precio? ¿Por qué lo único y no el resultado siempre parece ser lo mejor? ¿Era lo que buscabas? ¿Llegarán a satisfacerte a pesar del paso del tiempo? Y si no lo compro, me arrepentiré de ello y tendré que vivir con el remordimiento de no haberlo conseguido?
Sobre todo si se trata de grandes decisiones... siempre van acompañadas de grandes riesgos y grandes consecuencias.

Mientras te alejas, las palabras  "Apuesten, apuesten, no dejen de apostar nunca. ¿Quién da más? aún retumban en tu cabeza.
La vida es una apuesta. Una lucha, cuya victoria se le concede al mayor postor. Puje por lo que más le merezca la pena.

Contradicciones

Puede ser que sea independiente y que no necesite una atención extremadamente constante. Que no me importe entregarme a los demás, que sea resistente, cabezona, una luchadora, con una tremenda fuerza de voluntad. Pero aunque no te des cuenta, en mi interior sigue existiendo aquella niña que necesita de esa voz que le recuerda que hay alguien a su lado que disipe su miedo ante la oscuridad, que se preocupa por ella, que no la va a abandonar y que al igual que ella apuesta por esa persona, ésta es capaz de entregarle sin dudar todo lo mejor de sí.
Soy más frágil de lo que parezco.

Donnerstag, 24. Mai 2012

Montag, 21. Mai 2012

Fotos

Qué duro es envejecer!, solemos decir. Pero mucho más duro resulta saber que hemos sido jóvenes; y no tanto porque, como dijera Manrique, «cualquier tiempo pasado fue mejor», sino más bien porque nos cuesta aceptar al joven que fuimos. Nos suele ocurrir cuando contemplamos una fotografía de nuestra juventud: nos incomoda ese ímpetu atolondrado o petulante que gastábamos entonces; nos incomoda nuestra indumentaria, que el paso del tiempo suele tornar ridícula o estrambótica; nos incomoda esa sonrisa retadora que lanzamos a la cámara, ignorantes de las aflicciones que nos aguardan en el camino. Y esta sensación de incomodidad o embarazo más o menos soportable se agrava si en la fotografía posamos al lado de otras personas que por entonces acompañaban nuestros días: algunas han muerto; otras han traicionado nuestra amistad; otras simplemente se quedaron sepultadas entre la hojarasca de los años, hasta el extremo de que ya ni siquiera sabemos cómo se llamaban (pese a que en la fotografía corresponden a nuestra sonrisa o nos echan un brazo por los hombros, en señal de apretada camaradería); y otras, en fin, fueron `asesinadas´ por nuestro desdén, condenadas al ostracismo por nuestra desafección, abandonadas en algún pasaje confuso o vergonzante de nuestra biografía. ¿Quién no ha experimentado, a la vista de una fotografía de su juventud, un sentimiento de vergüenza retrospectiva? ¿Quién no hubiese querido someter esa fotografía lacerante a un `lavado de imagen´ o proceso de Photoshop que la alivie de presencias enojosas, que borre de nuestros rasgos ese insensato alborozo que acabaría marchitándose, que vele pudorosamente tantas evidencias que el tiempo hace onerosas e indeseables? Y, simultáneamente, ¿quién no querría que, como por arte de ensalmo, los seres queridos que se fueron regresaran para posar a nuestro lado, para brindarnos otra vez su aliento, para tendernos otra vez esa mano que en la fotografía aún se muestra vigorosa y resuelta? ¿Quién no querría que aquellas viejas pasiones que la fotografía perpetúa, convertidas ahora en ceniza, volviesen a llamear, intrépidas como antaño? Definitivamente, lo peor de envejecer es saber que fuimos jóvenes; o, dicho más exactamente, que fuimos otros. Y que hubo una edad –maldita y bendita edad– en que ese `ser otros´ era la única manera de ser en el mundo; porque nos creíamos invulnerables y eternos

Juan Manuel de Prada

Sonntag, 20. Mai 2012

La respuesta es sencilla, lo difícil aplicarla

Hay dos reflexiones de Ortega y Gasset sobre las relaciones de pareja que siempre me han interesado, pero que hasta el momento consideraba antagónicas. Una dice, más o menos, que el enamoramiento es un estado de estupidez transitoria. La otra afirma que la elección amorosa nunca es inocente y que responde a necesidades del individuo. De modo que si uno se enamora de un impresentable siempre hay algo, tal vez una carencia o un oscuro deseo, detrás de esta elección equivocada. ¿En qué quedamos entonces? ¿En que el amor es ciego y lo vuelve a uno tan lelo que no sabe calibrar a la persona que tiene enfrente? ¿O por el contrario sí sabemos lo que queremos, aunque lo que queramos no sea lo mejor para nosotros? Confieso que durante gran parte de mi vida me he identificado sólo con la primera de las teorías. Ahora, en cambio, con el paso de los años y con la experiencia, he llegado a comprender también la segunda y ver que no desmiente la primera. Lo curioso del caso es que estudios científicos actuales vienen a corroborar ambas teorías. Ahora sabemos que el enamoramiento es, en efecto, un estado de estupidez transitoria producido por un cóctel de hormonas y sustancias naturales de efectos dopantes que hace que uno no vea defecto alguno en la persona amada. Una ceguera selectiva cuya duración incluso está medida: se calcula que dura alrededor de dos años y medio. La confirmación científica de la segunda teoría la encontré hace unos días en la prensa. Por lo visto, neurólogos de la Universidad de Toronto, investigando el neurotransmisor vasopresina (la hormona responsable de los lazos efectivos), han hecho un interesante descubrimiento. Una vez comprobado que hay personas hormonalmente más proclives a la infidelidad que otras, observaron que incluso las más infieles logran vencer la tentación siempre que haya lo que ahora llaman la `autoexpansión´. El experimento consistió en lo siguiente: se pidió a personas felizmente casadas que valorasen el atractivo de individuos del sexo opuesto en una serie de fotos. Estas personas hicieron lo obvio: puntuar más alto a los más atractivos. Luego se les presentó una serie de fotos similares, pero se les informó que ciertas personas fotografiadas estaban interesadas en conocerlas. Curiosamente, al saberlo, los participantes daban a esas personas puntuaciones más bajas que la vez anterior porque, en cuanto se sentían atraídos por alguien que amenazaba su relación, automáticamente se decían: «Tampoco es gran cosa». Vista la reacción, la conclusión a la que llegaron los científicos es que puede que no sea sólo el amor lo que mantiene unidas a las parejas, sino la idea de que ese compromiso mejora nuestra vida o amplía nuestros horizontes. En otras palabras, se rompen menos las relaciones que confieren algo, ya sea equilibrio, paz o por el contrario emoción, o más prosaicamente estatus o dinero, lo que sea que necesite esa persona para sentirse mejor. Sin embargo, es necesario saber que ese `algo´ no siempre es bueno; a veces hay gente que necesita caña, lo que explica ciertas relaciones bastante torturadas. Ahora sabemos a ciencia cierta que uno se vuelve ciego cuando se enamora, pero que, aun sin ser consciente de ello, la elección amorosa no es tan caprichosa como antes parecía. 
Una explicación, como ven, muy parecida a la que daba Ortega y Gasset años atrás. Pero entonces, si es tan sencillo y uno siempre busca lo que necesita, ¿por qué nos equivocamos tanto y elegimos a gente que no nos hace felices? 
La respuesta es que hay una diferencia notable entre lo que uno cree que busca y lo que busca en realidad.

Dienstag, 8. Mai 2012

-Y ahora soy yo el que me pregunto, ¿qué haría yo sin ti?
-Seguir viviendo.
-Más bien, sobrevivir.

Freitag, 4. Mai 2012

Aquí tiene sus dos viajes

¿Sabe qué? A cada persona que entra en mi vida le concedo dos billetes: una ida y una vuelta. Fácil. Dos papelitos insignificantes con una ida para llegar hasta mí y una vuelta para alejarse, para que se vaya, que regrese a donde usted cree que es su hogar.
Si quiere usar sólo el de ida, quizás sea sólo un tímido, cauteloso saludo o quizás se sienta abrumado por la apoteosica bienvenida, quien sabe, pero le aseguro que mi corazón le recibirá con una profunda y sincera bienvenida y le acomodará lo mejor que pueda, para que se siente como en casa.
Si usted se impacienta, no está cómodo, se aburre, ve que ha cogido el tren equivocado, o no puede esperar hasta su destino y decide bajarse en alguna estación... ¡Adelante! ¿A qué espera? ¡Coja su maleta y márchese! ¡Es libre! 
No le retendré por mucha rabia, impotencia o tristeza que me provoque perder a un compañero de viaje.
Pero una vez que usted haya tomado esta decisión, que sepa que no hay retorno. Por mucho que me quiera convencer que tiene que volver a subir, en tierra se quedará. No me haga perder el tiempo ni sentimientos, ni a mí misma.
Si usted es dueño de esos dos papelitos, siéntase afortunado. No abundan.
Pero que sepa que son sólo de un uso.
Así que, por favor, sea consecuente con su decisión.


Sonntag, 22. April 2012

¿Qué es sino un juego de nubes?


Las nubes nos dan una sensación de inestabilidad y de eternidad. Las nubes son —como
el mar— siempre varias y siempre las mismas. Sentimos mirándolas cómo nuestro ser y
todas las cosas corren hacia la nada, en tanto que ellas —tan fugitivas— permanecen
eternas. A estas nubes que ahora miramos las miraron hace doscientos, quinientos, mil,
tres mil años, otros hombres con las mismas pasiones y las mismas ansias que nosotros.
Cuando queremos tener aprisionado el tiempo —en un momento de ventura— vemos que
van pasado ya semanas, meses, años. Las nubes, sin embargo, que son siempre distintas
en todo momento, todas los días van caminando par el cielo. Hay nubes redondas,
henchidas de un blanco brillante, que destacan en las mañanas de primavera sobre los
cielos traslúcidos. Las hay como cendales tenues, que se perfilan en un fondo lechoso.
Las hay grises sobre una lejanía gris. Las hay de carmín y de oro en los ocasos
inacabables, profundamente melancólicos, de  las llanuras. Las hay como velloncitas
iguales o innumerables que dejan ver por entre algún claro un pedazo de cielo azul. Unas
marchan lentas, pausadas; otras pasan rápidamente. Algunas, de color de ceniza, cuando
cubren todo el firmamento, dejan caer sobre la tierra una luz opaca, tamizada, gris, que
presta su encanto a los paisajes otoñales.
Siglos después de este día en que Calixto está con la mano en la mejilla, un gran
poeta —Campoamor— habrá de dedicar a  las nubes un canto en uno de sus poemas
titulado Colón.   Las nubes —dice el poeta— nos ofrecen el espectáculo de la vida. La
existencia. ¿Qué es sino un juego de nubes? Diríase que las nubes son <<ideas que el
viento ha condensado>>; ellas se nos representan coma una <<traslado del insondable
porvenir>>. <<Vivir —escribe el poeta— es  ver pasar>>   Sí; vivir es ver pasar: ver
pasar allá en lo alto las nubes. Mejor diríamos: vivir es ver volver. Es ver volver todo un
retorno perdurable, eterno; ver volver todo —angustias, alegrías, esperanzas—, como
esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas nubes fugaces e inmutables.

Las nubes, Azorín


Samstag, 14. April 2012

Perdonen el retraso

Debería recordar que escribir es fácil. 
Al fin y al cabo,  consiste simplemente en añadir palabra detrás de palabra
y lo más complicado es tener cuidado con que lo que escribes tenga un poco de sentido, 

sólo un poco, 
aunque quizás el problema 
está ahí, 
en encontrarle algo de sentido a las palabras juntas pero no revueltas, 
una detrás de otra.  

Y sin embargo escribir te hace tan vulnerable, te desnudas ante los ojos de cualquier lector. Pero es inevitable.
Mis sentimientos se agolpan, luchan por convertirse en palabras. Vuelven a brotar. Palabras que seguramente perdurarán ante la corrosión del tiempo.
Aunque esta vez eres tú la causa por la que me regodeo con esas palabras.


Siempre fuiste fiel a la insatisfacción.

Sal con una chica que no lee (Charles Warnke) / Sal con una chica que lee (Rosemarie Urquico)


Sal con una chica que no lee (Charles Warnke)


Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.



Sal con una chica que lee (Rosemarie Urquico)


Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la sagaCrepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.

Freitag, 6. April 2012

Fue sin querer, sin pensar y sin darme cuenta

-Es tarde. Voy a irme yendo.-"Tres veces el mismo verbo ", pensé, "cómo matizan tambien nuestras lenguas, como las antiguas. "Voy a irme yendo" indica que no se va todavía, va a esperar todavía un poco, por lo menos hasta que se beba la mitad de su whisky, aunque se lo beberá muy rápido, le ha vuelto a entrar prisa porque le he pedido algo y no querrá arriesgarse a que le pidan más cosas. Dentro de un rato dirá "voy a irme" y aún más tarde dirá "me voy", y sólo entonces se irá de veras.

Javier Marías

Freitag, 10. Februar 2012

Fiebre

La sensación de oído tapado es como un recorte de 30 puntos en el cociente intelectual. Uno se siente bobo. Y solo.

Donnerstag, 9. Februar 2012

Qué desgracia saber tu nombre aunque ya no conozca tu rostro mañana, los nombres no cambian y se quedan fijos en la memoria cuando se quedan, sin que nada ni nadie pueda arrancarlos. Mi cabeza está llena de nombres cuyos rostros he olvidado son sólo una mancha flotando en el paisaje, una calle, una casa, una edad o una pantalla. Qué desgracia saber tu nombre aunque ya no conozca tu rostro mañana, porque te convertirás en su presa. Yo podría creer que nunca te he conocido si no supiera tu nombre que permanece inmutable sin el menor deterioro y con su brillo intacto y así seguirá aunque hayas desaparecido del todo. 
¿Cómo olvidarte?


Mañana en la batalla piensa en mí, Javier Marías

Comenzemos

I never travel without my diary. one should always have something sensational to read on the train. 


Oscar Wilde

Febrero

Febrero, me faltan días en febrero.

Los libros, los bolsillos y los libros de bolsillo

Un libro de bolsillo es, antes que nada, un libro que no cabe en un bolsillo. No es que no quepa realmente, es que no quiere caber porque allí se está muy incómodo. Ningún objeto quiere viajar en bolsillo, ni el dinero, que desaparece de allí sin que nos demos cuenta, ni  las llaves que en cuanto pueden cavan un túnel de huída hacia la pernera del pantalón, nadie quiere ir ahí embutido. Meter un libro en un bolsillo es como meter una gallina en vaso de tubo. Puede que se rompa el vaso o puede que se rompa la gallina, o puede que lo consigas pero el animal no va a estar cómodo. Sin embargo, los amantes de la lectura, los de verdad, no esos que sólo la quieren para llevársela  una noche a la cama y luego ni se toman un café con ella ni nada; para esos amantes que necesitan trotar con su lectura se inventó el libro de bolsillo. El amor no es cómodo, eso lo sabemos todos. El libro viaja molesto y el dueño del bolsillo también. El roce siempre es el roce y es por eso que estos amantes de las lecturas, los más solitarios, encuentran un excelente compañero de estrecheces, flexible y castigable, en el libro de bolsillo.  Mi consejo: lea usted lo mejor que pueda, el tamaño no importa.


Luis Piedrahita

Conversaciones

-Siempre criticando.
-No. Cuestionando, más bien.

Robos

Nunca llevo el corazón encima por si me lo quitan.

Contradicciones

Hay gente que ama la lectura y gente que sólo la quiere para llevársela a la cama. 

Piropos de biblioteca

Quiero que seas mi cafeina.